A 32 años del desastre nuclear que se vivió en la central nuclear ubicada en Chernóbil, Ucrania, y que, de acuerdo a un informe de las Naciones Unidas se trató de uno de los mayores desastres medioambientales de la historia, diversos informes de científicos que han investigado el área afectada por la radiación se han encontrado con sorprendentes resultados, pues la naturaleza se ha abierto el paso mucho más rápido de lo esperado.
A 32 años del desastre nuclear que se vivió en la central nuclear ubicada en Chernóbil, Ucrania, y que, de acuerdo a un informe de las Naciones Unidas se trató de uno de los mayores desastres medioambientales de la historia, diversos informes de científicos que han investigado el área afectada por la radiación se han encontrado con sorprendentes resultados, pues la naturaleza se ha abierto el paso mucho más rápido de lo esperado.
Un poco de historia
El 26 de abril de 1986, a las 1:23 am, mientras se realizaba una prueba para evaluar el funcionamiento de la Central durante un apagón, una falla en el reactor número 4 provocó una explosión de hidrógeno, que generó emisiones radiactivas equivalentes a unas 200 bombas como la que fue lanzada en Hiroshima.
De hecho, junto con el accidente de la Central Fukushima I, en Japón en 2001, es considerado como el accidente más grave de acuerdo a la Escala Internacional de Accidentes Nucleares (nivel 7) establecida por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA o IAEA por sus siglas en inglés), institución perteneciente a la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Esto significó la muerte de miles de personas debido a la radiación y la evacuación de muchísimas familias que nunca podrán regresar, dejando la zona (de unos 30 kilómetros redondos alrededor de la planta) completamente desierta de vida humana.
¿Qué ha pasado luego de 30 años?
Contra todo pronóstico, pues expertos pensaban que pasarían décadas antes de que volviese a haber fauna, la naturaleza se ha abierto camino. Y de manera asombrosa, llegando incluso a contar con más vida silvestre de la que existía previamente al accidente (lobos, mapaches, jabalíes, zorros y tejones son más abundantes que nunca en el interior de la zona de exclusión).
El experto en energía nuclear del Instituto Internacional de Radioecología, Sergei Gaschak, en entrevista con National Geographic, aseguró que “la superficie ocupada por los bosques se ha incrementado en más de un cincuenta por ciento”, lo que ha dado como resultado un área densamente poblada de flora silvestre, de la cual “un 70 por ciento es bosque hoy en día”.
Incluso, de acuerdo con un reportaje de la BBC, la zona a servido de hogar para especies que no pertenecen naturalmente a dicho ambiente y que se encuentran en peligro de extinción, como el caso de los caballos de Przewalski (originarios de las llanuras abiertas de Mongolia). En 1998 una manada de 30 ejemplares fue liberada y en este momento ya ha crecido a 60.
¿Cómo ha sido esto posible?
Lamentablemente, y de acuerdo a los mismo científicos, es ineludible afrontar que esto ha sido posible debido a la completa ausencia de humanos. Da para pensar, ¿no?