El Espíritu nos enseña a «ver nuevas todas las cosas en Cristo».
El domingo 5 de junio, la Iglesia Católica en todo el mundo celebrará la fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. Lo ocurrido en aquel lugar donde a puertas cerradas se escondían temerosos los discípulos de Jesús, no sólo los transforma a ellos en apóstoles, sino que hace nacer la Iglesia. El Espíritu nos reúne y enseña a «ver nuevas todas las cosas en Cristo», tal como lo señala el lema del Año Ignaciano que estamos celebrando.
El espíritu de esta invitación radica en una constante renovación de nuestros corazones, actitudes y acciones para mantener nuestros sentidos abiertos para captar las necesidades de nuestro entorno, preguntándonos en todo momento cómo podemos ayudar a transformar la realidad. Reconocer que el mundo es un mundo herido, roto; y es en este mundo donde Jesús caminó, conversó y abrazó.
Es también asumir nuestras propias limitaciones, como hizo el propio Ignacio. Porque la historia de Ignacio, igual que la de cualquiera de nosotros, no es la de un superhombre, sino la de un simple «peregrino» —como se refería a sí mismo— empeñado en darse a los demás. Y así, orientarnos hacia salir al camino, para ir descubriendo a ese Dios que vive y trabaja en todas las criaturas, y contemplarlo en todo lo que nos rodea.