Lecciones de la pandemia
Enfrentados a nuestra fragilidad, el Covid 19 nos presenta una rara ocasión de cambio
«Hoy se nos presenta una rara ocasión en la que tomar medidas se refiere a todos y cada uno»
«Enfrentados con nosotros mismos, con nuestra fragilidad y a tomarnos el tiempo que no teníamos antes, para repensar la vida como un valor incondicional.También repensamos la organización social con sus respectivas formas o modelos económicos, desde ese mismo valor extendido ahora a otro ser humano y a las otras formas de vida en el planeta».
Luiz Carlos Sureki, S.J.
El Credo cristiano expresa claramente que todo lo que no es Dios es su criatura, incluyendo ahí las “cosas invisibles”. Este importante complemento fue incorporado al Credo Cristiano Niceno- Constantinopolitano desde los inicios. La cuestión de fondo era y es que no se confunda la realidad espiritual de Dios-Creador con ningún ente espiritual o invisible dentro del ámbito de lo que Él ha creado. Es curioso notar que, según el relato bíblico de la creación, en Gn 1, el juicio de Dios- Creador sobre lo que creó día por día es positivo. “Y Dios vio que era bueno” es el estribillo que acompaña el término de cada uno de los primeros cinco días de la creación. En el sexto día, con la creación del hombre y la mujer, aparece: “y Dios vio que era muy bueno”.
Hasta finales del siglo XIX no teníamos conocimiento más concreto sobre los virus. Hoy sabemos mucho sobre ellos: que existieron millones de años antes que nosotros y que causaron grandes epidemias en la historia de la humanidad. El hecho es que, desde el siglo XX hasta hoy, estamos tan acostumbrados a juzgar todo a partir de nosotros mismos y a tomarnos como referencia suprema de todo lo que existe en la creación, que rápidamente decimos lo que es bueno y lo que es malo, y siguiendo esa lógica tendemos a transferir al Dios-Creador nuestros propios juicios. Y cada vez que lo hacemos nos encontramos en una situación incómoda. ¿Cómo atribuir a Dios la creación de un virus invisible, como el coronavirus, que es claramente tan maléfico?
No faltan cristianos que entran en una crisis de fe porque no logran relacionar el mal que experimentan en la creación con la bondad del Dios-Creador. Tampoco faltan personas que, debido a una supuesta fe en Dios piensan que son inmunes a las calamidades, las enfermedades y las adversidades de la vida. Pero, cuando son afectados por algún tipo de mal, ven cómo se
evapora rápidamente su discurso sobre su fe y sobre Dios.Todo les parecía bien cuando la propia vulnerabilidad y fragilidad estaban como “revestidas” de un poder celestial auto atribuido en nombre de su “fe”.
Ante una pandemia global, quizás una primera consideración tiene que ver con la mentalidad egoísta de creyentes sobreprotegidos que cultivamos e incluso proclamamos u oímos, más o menos conscientemente, en predicaciones y homilías superficiales. Si la pandemia quedara, hipotéticamente, confinada a los chinos, probablemente los tacharíamos de “ateos” (confucianos, taoístas o budistas), y cada uno de nosotros continuaría, en su país, llevando la vida cotidiana de cristianos en una casi total indiferencia hacia aquellos extraños que estarían sufriendo; después de todo, pensaríamos que no estamos en el “mismo barco”, y hasta estaríamos “agradecidos” con Dios por eso. Esta vez, sin embargo, se nos presenta una rara ocasión en la que tomar medidas se refiere a todos y cada uno, en donde no hay protección de la propia vida sin que los demás se
protejan y sean protegidos. La conciencia de que realmente vivimos en una “casa común” no nos tocó con fuerza por tener una economía mundial (en realidad, los pobres están excluidos de esta economía de mercado) sino por tener ahora un problema mundial vital, una amenaza generalizado a la vida.
La conciencia de que realmente vivimos en una «casa común»; no nos tocó con fuerza por tener una economía mundial (en realidad, los pobres están excluidos de esta economía de mercado) sino por tener ahora un problema mundial vital, una amenaza generalizado a la vida. Los primeros frutos de esta conciencia comenzaron a aparecer a través de acciones de solidaridad locales, regionales, nacionales e internacionales.
Los primeros frutos de esta conciencia comenzaron a aparecer a través de acciones de solidaridad locales, regionales, nacionales e internacionales. Ha llegado el momento de que la globalización de la economía se exprese y encuentre su lugar en una globalización del cuidado a la vida. Una segunda consideración apunta al hecho de que la especie humana ha progresado enfrentando las dificultades de supervivencia, pasando del aislamiento de los individuos a formas de sociedades cada vez más complejas, garantizando así, hasta cierto punto: protección, sustento, división organizada del trabajo, medios de producción y distribución de la producción.
A pesar de la evidente desigualdad social, acentuada por la adopción de un sistema económico excluyente llamado capitalismo neoliberal, conformamos hoy una sociedad de consumo y bienestar, interconectada globalmente sin precedentes en la historia. Curiosamente, la mejor manera aliviar la pandemia es el aislamiento social. Parece que volvemos a enfrentamos con nosotros mismos, con nuestra fragilidad, y a tomamos el tiempo que no teníamos antes, para repensar la vida como un valor incondicional. También repensamos la organización social con sus respectivas formas o modelos económicos, desde ese mismo valor extendido ahora a otro ser humano y a las otras formas de vida en el planeta. Si la economía extractiva neoliberal se mueve en la dirección de agotar los recursos naturales del planeta para mantener un dinamismo desenfrenado de producción y consumo en beneficio de la minoría, y vemos que esto resultará en la exclusión social y la muerte para muchos, entonces ¿será que la epidemia generalizada del coronavirus, al reposicionar el valor de la vida por encima del valor de las cifras monetarias, es necesariamente un mal?
Todavía estamos en medio de la pandemia y no podemos hacer una balance sincero y transparente de lo que ha cambiado o cambiará para mejor nuestra vida en relación al tipo de vida que llevábamos antes. Hablamos mucho sobre volver a la normalidad. Pero si la normalidad fuera solamente una continuación de lo que ya teníamos, significaría que lo que queremos es retomar un camino tan amenazante como el propio coronavirus. Basta considerar que una gran parte de la población mundial vive al nivel de la miseria y continúa muriendo por diversas situaciones que no son causadas exclusivamente por este virus, sino por nosotros mismos.
Si Dios es solo “mi” Dios bajo la condición de que preserve “mi” vida y la vida de aquellos y aquellos que son importantes para “mi”, así como “mis” éxitos en los negocios y ascensión social, entonces ha llegado el momento de revisar “mi” propia “teología”.
Solo cuando salga de mi capullo existencial, de mis preocupaciones e intereses, del circuito cerrado que constituye “mi” vida, “mi” familia, “mis” parientes, “mis” amigos, “mi” iglesia, “mis” negocios, y perciba al fin el mundo como una sola y numerosa familia que vive y quiere vivir en una “casa común” con dignidad y justicia, podré comprender que incluso las cosas invisibles, que nos causan daño, no desfiguran la bondad del Creador, porque el Creador es ante todo Padre, y porque también ellas contribuyen (a su manera), a hacer de ti y de mí un ser humano mejor, un hijo, una hija de Dios en toda circunstancia.
“Estamos seguros de que todo colabora al bien de los que aman a Dios” (Rm 8, 28), correspondiendo así al amor primero de Dios por nosotros. Entonces, ¿qué cambiará en mi vida y en la tuya después de que termine la pandemia? Y si el final de la pandemia se anuncia lentamente, ¿sería eso un mérito únicamente nuestro? Y si, en la línea de evolución, la humanidad
da un paso más en su historia, ¿no sería esto un indicio de que el “hombre racional” actual (homo sapiens) todavía tiene mucho “hombre estúpido” (homo stultus) a ser superado, especialmente en su fe?.
Todavía estamos en medio de la pandemia y no podemos hacer una balance sincero y transparente de lo que ha cambiado o cambiará para mejor nuestra vida en relación al tipo de vida que llevábamos antes. Hablamos mucho sobre volver a la normalidad. Pero si la normalidad fuera solamente una continuación de lo que ya teníamos, significaría que lo que queremos es retomar un camino tan amenazante como el propio coronavirus