Nicolás Caram Walbaum
El colegio ofrecía un sinfín de actividades donde el que quería podía participar. Como hiperactivo que yo era, traté de involucrarme en todo lo que me motivaba. Fue una formación que da un sello interior que perdurará por siempre.
Generación 2007 Ingeniero Comercial UC
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Nicolás Caram Walbaum
El colegio era realmente un sinfín de actividades donde el que quería podía participar de las que quisiera. En lo personal, como hiperactivo que era, traté de involucrarme en todas las actividades que me motivaban.
Entré al Centro de Alumnos, al los scouts; hice montañismo, básquetbol y atletismo; quedaba poco tiempo para estudiar… Recuerdo que detrás de cada extraprogramático era un profesor que nos formaba, guiaba y aconsejaba con una profunda vocación y sabiduría.
Lo que realmente nos diferenciaba de otros colegios eran las actividades sociales.
Con orgullo contábamos a amigos de otros lados que no teníamos viaje de estudio sino que Trabajos de Fábrica, en donde teníamos la oportunidad de compartir con personas que viven en situaciones tan distintas a las que acostumbramos. Esa formación es un sello interior que perdurará por siempre.
Pero nada de todo esto hubiera sido lo mismo sin la calidad de las amistades que uno crea en el colegio. El nivel de cercanía con que compartíamos desde los intensos entrenamientos, pasando por las dos semanas sin ducharnos en campamentos scouts, hasta ir a dar desayunos a personas sin hogar en las mañanas antes de entrar a clases, hacen que esas amistades sean perpetuas.
El colegio siempre fue un punto de encuentro, de formación y de vinculación entre personas, y lo sigue siendo al tener siempre abiertas sus puertas a toda la comunidad ignaciana.
Generación 2007 Ingeniero Comercial UC