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Homilía Tercer Domingo de Adviento

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Homilía Tercer Domingo de Adviento

Las lecturas de Adviento son conmovedoras y nos interpelan en un momento en que seguimos viviendo fuertes restricciones por la pandemia. Que en este tiempo aprendamos a poner a Jesús con su pesebre frágil, humilde y silencioso, al centro de la vida. Ver más

 

13 de diciembre de 2020

Homilía Tercer Domingo de Adviento 2020

Las lecturas de Adviento son conmovedoras. La pandemia que seguimos viviendo con fuertes restricciones para encontrarnos nos resulta frustrante.  ¿Cómo podemos integrarlo sin vivir desdoblados?

El profeta Isaías anuncia esperanza. Los pobres, los lisiados, los heridos, los encarcelados… los desechados de la sociedad experimentarán el gozo de una vida nueva, el año de la gracia de Dios. El corazón del profeta “desborda de alegría” ante esta visión.

María, en el canto del Magnificat –preciosamente interpretado hoy para nosotros- recoge las promesas de Dios a su pueblo y las proclama con el corazón llena de gozo: Dios ha mirado la humildad de su servidora, se ha acordado de los pobres y ha destruido los proyectos de los soberbios.

San Pablo nos invita a “estar siempre alegres, a orar sin cesar y a dar gracias a Dios en toda ocasión”.

Por fin, en el Evangelio, se nos presenta una extraña conversación entre Juan Bautista y autoridades religiosas de su tiempo.  El diálogo deja entrever lo que debe haber sido un fuerte debate entre algunas de las primeras comunidades cristianas: ¿quién era Juan?  ¿era Juan el Mesías?  El Evangelio zanja las dudas: “yo no soy”.  Así como María recoge en su canto los antiguos anuncios proféticos, Juan Bautista se define con la imagen profética de Isaías: “soy la voz que grita en el desierto”.

¿Y nosotros?  ¿Quiénes somos?  ¿Qué anunciamos?  ¿Cómo vivimos la esperanza y nos preparamos a recibir a Jesús mientras tenemos que volver a tomar distancia física, suspender las eucaristías, y encuarentenarnos los fines de semana justo antes de Navidad?

Juan Bautista es voz en el desierto.  ¿Escuchamos su voz en nuestro desierto pandémico?  ¿Acogemos su anuncio de esperanza?  Tal vez somos como esas personas que necesitan ver para creer… que requerimos que los problemas hayan cesado y la pandemia haya terminado para decir “sí, tengo esperanza”.  El desafío del Adviento que nos proponen las lecturas, sin embargo, es otro: es esperar la vida en medio del desierto, es dar gracias a Dios en todo momento, es alentar la primacía de los excluidos, es reconocer que no soy yo, cada uno y cada una, sino Jesús el protagonista de la Navidad.

Acoger los anuncios de los profetas, integrar el Magnificat de María, creer en la voz del Bautista no supone la ausencia de dificultades, sino que implica creer y esperar en medio de las tensiones y dolores de la vida.  Saber agradecer el encuentro virtual. Saber respetar las restricciones sanitarias no por temor, sino como gesto de amor y cuidado de los demás.  Saber rezar y agradecer la vida y las vidas de cada día.  Saber poner a Jesús con su pesebre frágil, humilde, silencioso, al centro de la vida.  Saber renunciar a otras expectativas navideñas para dejarnos acompañar en la intimidad familiar de Jesús, María y José (y un poco menos del pascuero).

Entonces el Señor “hará germinar la justicia y la alabanza”, porque “el que nos llama es fiel, y así lo hará”.  Entonces abrazaremos con ternura en la imagen del pesebre al que ni siquiera somos dignos de desatar la correa de su sandalia.  Que así sea en esta diferente Navidad en pandemia.

Pablo Castro Fones sj
Capellán Colegio San Ignacio El Bosque