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Homilía y saludo quinto domingo de Cuaresma

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Homilía y saludo quinto domingo de Cuaresma

En medio de la incertidumbre se alumbra la esperanza. Sólo en la muerte brilla la resurrección en su esplendor de vida. Y en esta distancia de la cuarentena, sentimos más viva que nunca la experiencia de ser comunidad, del ´nosotros´ que somos por sobre todo individualismo.

Homilía quinto domingo de Cuaresma

En medio de la incertidumbre se alumbra la esperanza. Sólo en la muerte brilla la resurrección en su esplendor de vida. Y en esta distancia de la cuarentena, sentimos más viva que nunca la experiencia de ser comunidad, del ´nosotros´ que somos por sobre todo individualismo.

Los gestos y las palabras de Jesús nos vuelven una y otra vez a la esperanza. Nos invitan a traspasar las apariencias con la mirada de la fe y ver más allá, remar más allá, avanzar más allá, hasta vislumbrar aquel misterio de vida que sólo la fe nos puede regalar. Que la niña no está muerta sino dormida. Que cinco mil personas se pueden alimentar si un niño está dispuesto compartir sus pocos panes y sus peces. Que el sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado. Que nadie te ha condenado y yo tampoco te condeno mujer. Que no tengan miedo por más que arrecien las olas del mar.

Y hoy día, en el Evangelio de este domingo otra vez nos invita a mirar más allá de las apariencias: que la Lázaro no está muerto, que lo iré a despertar.

“Si hubieras estado aquí”, le dice cada una de las hermanas al encontrarse con Jesús. “Mi hermano no habría muerto”, concluyen. ¿Es un reclamo o es una afirmación de fe? ¿Están enojadas con Jesús por haberlas abandonado o están poniendo en Jesús su esperanza? No es tan clara la conclusión, pero sí es muy cierto que, como Marta y María, ante el dolor y la tragedia nosotros también miramos a cielo y clamamos: “por qué nos abandonaste”, “dónde estás”, “si hubieras estado aquí”.

Tenemos una ancestral esperanza que con Dios presente nunca nada malo puede ocurrir; que si Jesús está presente en nuestras vidas, nada malo puede suceder. Pero Jesús no responde a esa esperanza anclada en nuestra memoria infantil. Jesús nos invita a mirar más allá. A traspasar la realidad, incluyendo la realidad del dolor y de la muerte que siempre nos pueden visitar. “¿Crees?”, es la respuesta de Jesús.

No hay en la Buena Noticia una promesa de no experimentar el dolor, la fragilidad de la vida, o de no vivir sufrimientos. (Más bien se podría afirmar lo contrario). Hay una invitación a creer. A confiar. A creer que la muerte no tiene la última palabra. Que el amor es más fuerte que el odio. Que Zaqueo puede cambiar de vida. Que se puede perdonar setenta veces siete. Que una prostituta sí es bienvenida en el reino de los cielos. Que los últimos van a ser los primeros. Que servir a los demás es más hermoso que ser servido. Que la vida se gana entregándola y no acaparándola. Nada de esto es obvio a los ojos del mundo. No era obvio que Lázaro podía volver a vivir. ¿Crees?, es lo único que nos vuelve a repetir Jesús.

Hoy día, viviendo en cuarentena, cuidándonos unos a otros para cuidar a los demás, siendo testigos silenciosos de un mundo más herido y más unido que nunca; conscientes más que antes que, como dijera el Papa Francisco en la bendición urbi et orbe, somos todos tripulantes de una misma barca zarandeada por las olas y nadie sobra en ella. Hoy día también estamos invitados a traspasar las apariencias y mirar más allá. A despegarnos de los miedos y abrirnos a la esperanza. ¿Qué vamos a aprender de todo esto?

¿Creceremos los seres humanos en unidad y humildad? ¿Despertaremos de nuestro intimismo individualista para seguir aplaudiendo desde calles y balcones a los que todos días luchan por un mundo mejor para todos? ¿Continuaremos preocupados de los demás, de los más frágiles, de los adultos mayores? ¿La salud pública será priorizada por sobre cálculos de ganancias? “¿Crees que Lázaro resucitará?”

Jesús, como uno más en aquel velorio en Betania, se pone a llorar. Como en toda su existencia, no se hace a un lado de la fila de la humanidad, entra en ella para compartir nuestras alegrías y dolores, nuestras angustias y tristezas y llenarlas de esperanza. Es la dinámica que celebramos recientemente en el día de la Anunciación: Dios que se hace hombre. Es lo que celebraremos prontamente en la Semana Santa. Celebramos a Jesús vestido de médico, enfermera y ayudante. A Jesús que sufre en una camilla del hospital transitorio y sigue cuidando a quienes viven en las calles (y sigue viviendo en las calles). A Jesús que llama por teléfono y acompaña a quienes están solos en sus departamentos. A ese Jesús que está ahí, apoyando, acompañando, llorando y sosteniendo, metido en los tuétanos de nuestro mundo y nuestra humanidad herida para iluminarnos desde dentro. A este Jesús es al que una vez más, en domingo, celebramos y agradecemos, recordamos y unimos nuestra vida y nuestro corazón.

Que así sea.

Pablo Castro sj
Saludo del capellán del colegio Pablo Castro sj