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Homilía Domingo de Resurrección 2020

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Homilía Domingo de Resurrección 2020

¡Cristo, el Señor, ha Resucitado! ¡Dios ha vencido a la muerte! Celebremos en comunidad esta buena noticia, transformando la espera de este tiempo de cuarentena en Esperanza

Homilía Domingo de Resurrección 2020

Celebrar en cuarentena.

¡Qué hermosa y diferente Semana Santa hemos vivido!  Todos desplegando la fe junto con la creatividad.  Todos y todas disponiendo manteles, flores, ramas, agua, panes, velas, biblias, cruces.  Todos generando signos en familia o estando a solas.  ¡Todos y todas ejerciendo nuestro sacerdocio común!  Resuena como nunca en mí ese hermoso y solemne himno de inicio de la Eucaristía: “Pueblo de reyes, asamblea santa, pueblo sacerdotal.  Pueblo de Dios, bendice a tu Señor”.  Hemos celebrado y renovado nuestra fe, cada uno en sus casas, y todos unidos al Señor. 

En este contexto recordamos con renovado sentido lo dicho por el Papa Francisco cuando nos insistía en ser una Iglesia en salida, no una Iglesia esperando en los templos que la gente llegue, sino una Iglesia que sale a encontrar a los demás.  ¡Pareciera que, en medio de esta cuarentena que nos distancia físicamente, hemos salido desde los templos hacia los hogares como nunca antes lo hicimos!  La frase que recuerdo va en este sentido.  El Papa estaba comentando un texto del apocalipsis en que la voz de Jesús dice “Mira que estoy a la puerta y llamo” (Ap 3, 20).  Y entonces el Papa dijo que siempre creemos que Jesús está golpeando para entrar, pero –agregó con algo de humor- muchas veces está golpeando la puerta para que lo dejemos salir porque lo tenemos atrapado en los templos o como propiedad personal.

Esta Semana Santa no fue en los templos.  Fue en las casas, en los servicios básicos y en los hospitales.  Allí estuvo, allí está, y allí seguirá estando Jesús con nosotros.  Ya tendremos oportunidad de volver a reunirnos.  Pero ahora gocémonos de esta maravillosa resurrección de la vida eclesial dispersada por todos los hogares y rincones del campo y la ciudad y no enclaustrada en iglesias y capillas.  ¡Esto es resurrección!

El anuncio de las mujeres.

En el Evangelio de Juan que hoy compartimos, María Magdalena busca a los apóstoles para avisarles que se han llevado el cuerpo de Jesús.  En el pasaje siguiente, Jesús mismo le habla y la envía a anunciar su resurrección.  Los cuatro evangelistas coinciden en afirmar que las mujeres fueron las primeras testigos de la resurrección, las primeras mensajeras de la Buena Noticia.  El 2016 el Papa Francisco proclamó a María Magdalena “apóstola de apóstoles”, decretando que su festividad solemne tuviera el mismo grado que se da a la celebración de los apóstoles en el calendario eclesial.   

Así como los apóstoles varones, nuestra sociedad ha sido testigo de un despertar social sin precedentes en la voz de las mujeres.  Miles y miles de ellas recorriendo calles, desplegando danzas, música, cuerpos y pancartas. “#Ni una menos” se proclama para que ni una más sufra violencia ni discriminación.  Las mujeres despertaron la fe adormecida de los apóstoles por el temor y la desilusión.  Las mujeres despiertan ahora nuestras conciencias adormecidas por siglos de dominación.  ¿Correremos a reconocer esta Buena Nueva como Pedro y Juan?

¡Celebremos!  Esto, sí, ¡también es resurrección!

Y después de la cuarentena, ¿resucitaremos?

El encuentro con Jesús resucitado sacó a los apóstoles y discípulos del encierro en que se habían metido.  Lo lloraban y lo extrañaban abrazados en la pena, nostálgicos de su presencia.  Pero algo cambió en ellos al verlo resucitado.  Ya no eran los mismos.  Los habitaba una esperanza nueva, una noticia nueva, una nueva hermandad.  Nosotros también, aunque ahora experimentamos la nostalgia de los abrazos pasados, en algún momento próximo, seremos llamados a retomar nuestras actividades presenciales, a salir de nuestras casas y volver a encontrarnos.  ¿Seremos los mismos de antes?  No creo.  Espero que no. 

Muchos pensadores y teólogos han afirmado a través de las redes sociales que vendrá un tiempo nuevo.  Sabemos que habrá serias dificultades laborales y económicas.  Confiamos en que nuestra renovada hermandad iluminada por esta experiencia de distancia e iluminada por el Resucitado, nos movilizará en solidaridad, colaboración y justicia.  Pero los anuncios se refieren a algo más.  Algo más se anuncia en estos días de cuarentena con Cristo iluminando nuestras vidas, porque esta aldea global de la que tanto hemos hablado parece haber despertado al fin para reconocernos, en nuestra fragilidad, todos hermanos, todas hermanas.

El Papa Francisco en una reciente entrevista viviendo en cuarentena también nos invita a disponernos para vivir renovados.  Dice el Papa: “No es fácil estar encerrado en casa… Resérvense para mejores tiempos, porque en esos tiempos recordar esto que ha pasado nos ayudará. Cuídense para un futuro que va a venir. Y cuando llegue ese futuro, recordar lo que ha pasado les va a hacer bien. Cuidar el ahora, pero para el mañana. Todo esto con la creatividad. Una creatividad sencilla, que todos los días inventa. Dentro del hogar no es difícil descubrirla. Pero no huir, escaparse en alienaciones, que en este momento no sirven”.

Tenemos la firme esperanza que no seremos los mismos.  Que miraremos a nuestros adultos mayores con ojos de admiración por sus años de experiencia y sabiduría.  Que sabremos que todos, sin distinción alguna de razas ni credos ni bienes ni fronteras, tenemos la mismísima frágil interioridad fisiológica.  ¿Sabremos al fin que tenemos la misma imagen divina metida en las entrañas? 

Dicen que nos habremos reencontrado, padres con hijos, madres con hijas, parientes y amigos, lejanos y cercanos.  Dicen que habremos tenido tiempo para reconocernos a nosotros mismos, cada uno, cada una, en su verdad.  Dicen que nos saludaremos en las calles y ya no seremos un mar de desconocidos apretujados en un vagón del metro o en una micro.  Seguro iremos igual de apretujados, pero sabiéndonos hermanos y hermanas.  Dicen que velaremos por la dignidad de todos y todas.  ¿De quién depende que todo esto suceda?  Mira tus manos.  Escucha el palpitar de tu corazón.  Allí está la respuesta.  Allí habita el resucitado.

Que así sea.  Amén.