Homilía misa de Pentecostés 2019
Durante la celebración de la fiesta de Pentecostésque se celebró el 9 de junio en el colegio, la homilía la realizó el alumno Felipe Mahaluf, de Cuarto Medio C, quien se había confirmado el dia anterior.
Homilía misa de Pentecostés 2019
Durante la celebración de la fiesta de Pentecostésque se celebró el 9 de junio en el colegio, la homilía la realizó el alumno Felipe Mahaluf, de Cuarto Medio C, quien se había confirmado el dia anterior.
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“Somos fuego que enciende otros fuegos”
“Una fe sin obras es una fe muerta”
“No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido.”
Hola, soy Felipe Mahaluf Meza, alumno de Cuarto Medio de este colegio, el cual me ha hecho crecer de manera íntegra durante catorce años, y ayer me confirmé.
Quiero comenzar hablando de que ayer hacía mucho frío. Yo en lo personal soy muy friolento, y estaba desabrigado, pero no podía hacer nada, sino rompía con el esquema.
Haber tomado la decisión de confirmarme surge a raíz del Proceso de Discernimiento que tuvimos que hacer con mis compañeros desde el año pasado. Tedioso para algunos, provechoso para otros. Pero verdaderamente, ¿qué significa la confirmación? ¿Qué significa estar confirmándose en el 2019, sabiendo que esta institución que llamamos Iglesia se está desmoronando? Pues es un compromiso, un llamado de Dios a ser sus soldados. Tal como ayer en la acción de gracias se dijo, somos soldados, guerreros del Señor, para reconstruir esta Iglesia. Esta Iglesia que nosotros mismos hemos hecho tóxica. ¿Cuántos de nosotros creemos más en la caridad que en la solidaridad? ¿Qué nos hace sentir superiores ante los demás?
Nosotros los católicos a veces tenemos una concepción errada de lo que significa creer en la palabra de Dios. Creer no es solo rezar, venir a misa, escuchar la homilía e irse a la casa. Creer es más. Creer es actuar, es hacer el Evangelio algo tangible, algo real. Traspasar la magnificencia de la Biblia como figura literaria a la tierra. Creer es combatir contra la injusticia, contra la discriminación, contra los abusos y las discordancias que podemos apreciar en el mundo de hoy.
Pero, dirán: no hace falta que exista un Dios mediante para poder estar en comunidad, para ser solidario, para poder servir a la comunidad, al país, a la familia, amigos, etcétera. No es necesario. Para qué creer en algo superpoderoso para lograr estas cosas. Además, si tiene la capacidad de salvarnos, ¿por qué sigue dominando la injusticia? Puede ser que esto sea cierto, pero algo en nosotros brota de este Dios, y por lo que hemos decidido decir que sí a este sacramento.
Todos y todas somos conscientes de la realidad que nos rodea, y que hace latir a nuestros corazones con mensajes de esperanza, miedo, temor, alegría, rabia, prepotencia, adoración, y muchos adjetivos más. En esta realidad tan tangible y cercana podemos encontrar el Evangelio de Jesús, el deseo de lucha y reivindicación de las minorías, las ganas de ser la excepción a la regla y cambiar de una vez por todas. Y Dios tiene cabida en nuestras vidas, siendo una llama al interior de nosotros que nos impulsa y nos mueve. Tenemos fe que el cambio será posible, será un hecho y acontecimiento, y ustedes y nosotros seremos los protagonistas. Es más, somos el presente y el futuro, porque nos tenemos que encargar de lo que está pasando ahora mismo fuera de esta gigantesca Iglesia, y también de lo que podría suceder en cinco minutos más.
¿Cuál es el mundo que sueño? Aunque sea una pregunta muy trillada, sueño en un mundo donde triunfe la paz, y que cada persona se pueda desarrollar de manera auténtica, en donde nadie sea reemplazable, y que nuestros dones nos lleven a construir el mundo de nuevo. Sueño en la sustentabilidad, en el cuidado de la casa común. En darnos cuenta de que nuestros actos tienen consecuencias. En que el futuro de sus nietos, hijos, bisnietos, qué se yo, está en riesgo, y la marcha atrás no existe.
Siento que falta iluminación en los adultos, en quienes se creen dueños del mundo, en los que han implementado este sistema de mercado que ha perjudicado a tantos y beneficiado a tan pocos. Ha contaminado nuestra tierra, y los que pagan son los más pobres.
Falta luz en la juventud. Porque no nos creemos el cuento de quiénes realmente somos y de lo que podemos llegar a ser y hacer. Nos han metido en la cabeza que cuando grandes seremos los responsables de cambiar el mundo, y que por ahora nuestro deber es estudiar. Falso. El cambio lo podríamos estar provocando ahora mismo. No nos estamos dando cuenta de que el mundo nos necesita ahora. No dejemos que el sistema nos consuma y nos agobie. Tal como Jesús, seamos guerreros, revolucionarios, activistas, rupturistas, libres de expresarnos, sin que importe lo que digan los demás de nosotros. Acá los dueños del planeta no son los gobiernos, los imperios comerciales, la Iglesia, no. Somos cada uno y cada una de nosotres.
Este fin de semana se celebra Pentecostés. Una fiesta católica en la cual celebramos los cincuenta días de la resurrección de Jesús. Una fiesta en donde el Espíritu Santo visitó a los discípulos, y se manifestó en ellos en forma de fuego. Los encendió. Los iluminó con dones para que puedan aprovecharlos al máximo, para que retomen el rumbo de sus vidas, para que vivan sin temor, para que enfrenten al mundo con todas las adversidades que tiene, para que perdonen al prójimo y agradezcan cada particularidad de la vida. Y sin duda, el Espíritu Santo quiere eso mismo para todos nosotros y todas nosotras.
Me siento llamado a ser discípulo haciéndome cargo de mis potencialidades y talentos, diciendo basta a la injusticia, a la desolación, y encontrarnos con el tiempo de Dios. Somos discípulos reciclando, estudiando, trabajando, pidiendo perdón y pidiendo ayuda, gastándonos y siendo felices en el servicio. Somos discípulos priorizando al otro antes que a uno mismo, aplicándonos y dejándonos aplicar, escuchando y hacerse escuchar, es ser un líder para y por los demás.
Jesús nos desafía. Fue capaz de cautivar a muchas personas, de mover masas. Jesús vivía sin miedo. Porque el miedo es un monstruo. Es un sentimiento que a veces nos limita muchas cosas. Se apodera de nosotros, y somos nosotros mismos quienes lo inventamos. Jesús era valiente y jugado por los demás, partiendo porque murió por nosotros.
No solo me gustaría ser así, me gustaría que ustedes también. Me gustaría que a pesar de que se crean viejos, jóvenes o qué se yo, nos convirtamos en Jesús. El tradicionalismo ha imperado, y de cierta forma ha determinado las estructuras y características que tiene nuestra sociedad hoy en día. Si queremos ser como Jesús, rompamos con ello. Saquemos el ladrillo de más debajo de la Iglesia, cosa de que se derrumbe y con los escombros reconstruirla.
Confirmarse es eso. Es seguir el modelo de Jesús y comprometerse con él. Las frases que mencioné en un principio son verdaderos ejemplos de ignacianeidad y compromiso.
“Somos fuego que enciende otros fuegos”
Porque nuestro rol en este planeta es contagiar a los demás con la sed de justicia.
“Una fe sin obras es una fe muerta”
Porque no solo basta con creer. Dios no es más que un medio para que las cosas se hagan, pero somos nosotros y nuestros proyectos quienes pueden frenar al mal espíritu. Hoy más que nunca con la iluminación que nos irradia este deseo de una iglesia nueva, nos sentimos llamados a ser pobres. Pobre es aquel que se encuentra en tiempos de desolación, y más pobre es quién es vulnerable. Jesús nos invita a ello: a ser vulnerables, a dejarnos afectar por la injusticia y actuar para erradicarla. Nos pide ser amigos de la pobreza, ser compatriotas y luchar en esta gran batalla.
“No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido.”
Porque nuestra huella será trascendente. Sentir el mundo de hoy, y transformarlo.
Siento que he hablado mucho desde una perspectiva que llega a ser muy populista. Tal vez. Pero quiero que me cuestionen. No soy el dueño de la verdad, ustedes tampoco, y quien preside esta ceremonia tampoco. Cuestionen su vida, su entorno, la forma en que están constituidas las leyes, las calles, las reformas, la historia, la ciencia, las casas, las familias, la educación, el colegio… la iglesia. Pero les pido no quedarnos en ello, sino, que hagamos algo. Que cuando nos levantemos de estas bancas podamos salir a la calle o a donde sea con ganas de hacer lo mejor para que este mundo, de una vez por todas, cambie.