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Homilía Cristián Viñales sj 2 de agosto

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Homilía Primera misa Cristián Viñales sj

 En su primera misa, el recién ordenado sacerdote jesuita hizo un llamado a cuidar los aprendizajes de este tiempo, a dejar que brille lo que realmente importa y a asumir con lo que se tiene, las palabras del evangelio: «denles ustedes de comer».  Ver más

 

Homilía Primera misa Cristián Viñales sj

Por esto, debemos tener cuidado con la tentación de pensar que la vida que llevábamos antes es la que debemos recuperar, cuidado, que el ritmo, la
velocidad, la bulla que llevábamos no nos permitía valorar aquello que hoy valoramos y lo valoramos porque el ruido de lo intrascendente ha
disminuido. El ruido del consumo…el ruido del aparentar…el ruido de la competencia…disminuye… y lo esencial brilla y se hace fuerte…
Extrañamos un buen abrazo, una caminata por el parque, la visita a los abuelos el fin de semana, aquello que nos parecía simple y evidente, ahora recobra el valor que le pertenece. Déjenme decirles que por más esfuerzos que hagamos, esta pantalla hoy nos estorba…. Por más linda que hayamos preparado esta
eucaristía no puedo desconocer que preferiría mil veces, una eucaristía con ustedes aquí, con mi papá, mi mamá, mi familia, mis amigos, mis
compañeros jesuitas… queremos estar juntos. Porque eso es lo esencial.

¿Qué sucede con los panes y los peces en el evangelio? En ninguna parte dice que Jesús los multiplicó, lo que nos dice el texto, es que Jesús ora y agradece a Dios, porque esos panes y esos peces son gracias de Dios para todos y todas. Luego los va partiendo y se los va dando a los discípulos. Estos, a su vez, se los van dando a la gente y así el alimento se comparte entre todos. Si miramos con cuidado, el milagro que se nos manifiesta no es una
multiplicación sino el milagro de la justa división, el texto dice: Jesús los tomó y los “partió”. En otras palabras, la presencia de Dios siempre estuvo en esos
panes y peces… pero nadie lo había reconocido hasta que Jesús agradece y sugiere compartir. Allí se revela lo esencial. La presencia de Dios en medio de
aquella comunidad.
Entre nosotros probablemente hoy no es el hambre y la necesidad de comer, lo que mueve a reconocer la presencia de Dios, sino que el sentimiento puro
de querer estar juntos; esa necesidad de compartir la vida, de extrañarnos… Reconocemos también que Dios ha estado siempre allí, en eso que antes nos parecía obvio o simple y que hoy anhelamos.

Aquí creo que podemos conectar con la pregunta que nos hace San Pablo… ¿Quién podrá separarnos del amor de Dios? Evidentemente, para el santo
esta era una pregunta que traía la respuesta incluida… ni la muerte, ni la vida, ni lo presente …ni lo futuro… y hoy podemos agregar, ni el coronavirus, ni la
crisis social, ni la distancia… nada nos podrá separar del amor de Dios. Que se nos hace patente en los amores esenciales. La pantalla nos estorba… pero el
amor es más fuerte, la familia es más fuerte, la amistad es más fuerte… esta comunidad ignaciana se hace más fuerte.

A orillas del río Cardoner San Ignacio… habiéndose despojado recientemente de todos sus bienes, como él mismo dice en su autobiografía… comenzó a
ver las cosas como nuevas… Las cosas que siempre estuvieron allí, las comenzó a ver como nuevas; porque descubría la presencia de Dios en
ellas. Pidamos esta Gracia a Dios por intercesión de San Ignacio. Ojalá cuidemos estos aprendizajes para estos tiempos duros que continuarán, y
valorando lo esencial nos sintamos invitados por Dios a compartir lo que tenemos con otros… ampliando, enriqueciendo, lo más posible nuestra experiencia de comunidad. Obrando así también entre nosotros ocurrirá el milagro de la división de los panes, con aquellos que hoy, sí, pasan hambre. Escuchemos la voz de Jesús diciéndonos… esa es tu comunidad también…Estoy en medio de ustedes…. Y finalmente…nos diría como a los discípulos… Denle ustedes de comer….

A Jesús el honor y la gloria, por los siglos de los siglos…