Homilía 1 de noviembre: Felices
«Felices» no es un proyecto de futuro; es la verdad que nos habita y es cómo somos llamados por Jesús», se señala en la homilía. «Bienaventurados», hombres y mujeres diversos, reunidos en torno a Jesús.Ver más
1 de noviembre 2020
Homilía Fiesta de todos los Santos
La Iglesia nos ha regalado hoy compartir las hermosas lecturas de la fiesta de Todos los Santos. Tradicionalmente la gran fiesta comunitaria y familiar de los cementerios.
Yo me crié muy lejos de esta tradición.Rara vez asistí al cementerio. De niño y joven nunca supe dónde estaban enterrados mis parientes. No éramos de visitarlos. Ya de adulto, viviendo junto a mis hermanos y hermanas mapuche, descubrí la belleza de esta tradición. En Tirúa hay pocas flores en esta fecha. La primavera todavía se asoma tímida. Pero los copos de nieve, ese arbolito de ramas frágiles y pétalos abundantes, justo madura para el 1 de noviembre. Los cementerios se cubren de nieve de pétalos y una alfombra blanca, tímida y amable, se posa cariñosa sobre la tumba de los seres queridos. Se comparten historias y lágrimas. Se reviven momentos de alegría y de dolor. Se reconocen los parientes y se presentan, como en los velorios, a las nuevas generaciones. Se hace historia. Se acrecienta la pertenencia. Se madura en la fe. Todo allí, en medio de rezos y comidas abundantes.
¡Qué lindo es el 1° de noviembre!
Este año los cementerios estarán quietos, ausentes de nuestra presencia. Pero nuestros difuntos queridos habitan pegados en nuestros corazones abiertos y en nuestra porfiada memoria. No, no los olvidamos. Y ellos y ellas, tampoco nos olvidan. Nos acompañan. Viven resucitados en Jesús. Y su recuerdo nos habita llenándonos de cariño, de nostalgia y de agradecimiento. Ellos y ellas nos animan a seguir esperanzados en la fe, en el futuro reencuentro en la casa del Padre.
Las imágenes del libro del apocalipsis nos abren a una manifestación maravillosa de la diversidad de pueblos y lenguas en el cielo. Una muchedumbre de hombres y mujeres imposible de contar. ¡Qué imagen tan maravillosa! Y tan porfiadamente que hemos pretendido religiosa y políticamente uniformar a la gente. Dios es diversidad. El cielo es diversidad. La vida es diversidad. La resurrección es diversidad. Y sí, allí se manifiesta misteriosamente la más definitiva unidad.
La muchedumbre del cielo no es tan diferente de la multitud que se reúne para escuchar a Jesús. “Felices” les dice Jesús. Bienaventuradas y bienaventurados, hombres y mujeres diversos, allí reunidos, como en el cielo, en torno a Jesús. Felices porque en nuestra fragilidad buscamos fidelidad. Felices porque en medio de la pandemia, y los propios sufrimientos y dificultades, no olvidamos a los más pobres y sufrientes. Felices porque a pesar de las tensiones y oposiciones, trabajamos por la paz. Felices porque nos reconocemos comunidad. Felices no es un proyecto de futuro, es la verdad que nos habita y que Jesús reconoce en nuestras miradas anhelantes de justicia, de bondad, de perdón y de paz. Felices somos nombrados. Felices somos llamados por Jesús.
Así sea.
Pablo Castro Fones, sj.
Capellán SIEB