Encuentro de oración compartida
La fe de una madre y el corazón conmovido de Jesús son un puente que acerca este domingo al Padre Hurtado a quien celebramos en estos días; él supo escuchar el dolor y salir a su encuentro, buscando comprender qué hubiera hecho Cristo. Ver video
Domingo 16 de agosto 2020
Encuentro de oración: escuchar el dolor del otros
La fe de una madre y el corazón conmovido de Jesús que presenta el Evangelio de este domingo, son un hermoso puente al Padre Hurtado quien, intentando actuar «como Cristo en su lugar», se detuvo a escuchar el dolor de otros. Fue así que, observando el daño provocado por las injusticias de la sociedad de su tiempo, reclamó cambios estructurales para lograr mayor justicia, al tiempo de ponerse en movimiento para atender las urgencias humanas que bajo los puentes del Mapocho y otros lugares de la ciudad, requerían de mucha solidaridad.
Acompañados esta semana por la hermana Nelly, religiosa del Buen Pastor y capellana de la cárcel de mujeres de San Joaquín, reflexionamos en torno a la exclusión que hoy como en los años que vivió el Padre Hurtado, nos sigue interpelando con un triple llamado:salir solidariamente a palear las necesidades urgentes de comida y abrigo; trabajar por la construcción de estructuras sociales que posibiliten una vida digna para todos y todas y discernir el querer de Dios ante las distintas situaciones que enfrentamos. Como dice la hermana Nelly en este video, «que se nos conmueva el corazón y las entrañas para escuchar a los que más nos necesitan. Que no sea nuestra actitud de arrogancia, sino de humildad frente al dolor de los marginados, lo que nos haga salir, especialmente hoy día ante el dolor de tantas mujeres que están en la cárcel y luchan por la salud de sus hijas y de sus madres».
Homilía domingo 16 de agosto, 20° del Tiempo Cotidiano
La escena de la mujer del Evaneglio la he visto muchas veces en la cárcel, dice la hermana Nelly León: «madres desesperadas ante la enfermedad de sus hijos e hijas, madres que muchas veces por protegerlos a ellos/as están dispuestas a sufrir la cárcel para cuidar a los suyos, así es el amor de una madre, ¿acaso muchos de nosotros/as no le hemos vivido en nuestra propia historia? La respuesta de Jesús, nos sorprende, porque literalmente le dice que el pan de los hijos, no será dado a los perros, era una mujer cananea, por lo tanto, impura, pagana y excluida, esa era la tradición; Jesús vence esta tradición, porque la salvación es para todos/as y no solo para un grupo privilegiado, o solo para los “buenos/as” que cumplen con todas las prácticas religiosas. (…) Lo mismo puede suceder hoy a los buenos cristianos/as que cumplen o cumplimos todas las prácticas religiosas, pero sin comprender el valor del pan que se ha de compartir con los hermanos/as. La religiosidad, de este modo, se reduce a una práctica exterior, hecha de palabras, que no logra convertirse en pan para los demás. El pan de los hijos, es el pan que los hermanos/as comparten. Es el modo concreto de ser hijos/as del Padre.» Ver homilía completa
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