Acción de Gracias Confirmación 7 de noviembre 2020
A nombre de este segundo grupo de confirmados leyeron una acción de gracias, los hermanos Pablo e Ignacio Jimenez Fones de IV Medio A y B respectivamente. Ver más
Acción de Gracias Confirmación 2020
A nombre de este segundo grupo de confirmados leyeron una acción de gracias, los hermanos Pablo e Ignacio Jimenez Fones de IV Medio A y B respectivamente.
Estimados Monseñor Cristian Roncagliolo, comunidad jesuita, Estimadas familias, madrinas, padrinos, amigos, amigas, educadores. Estimada comunidad ignaciana:
Sin duda, que los tiempos que vivimos no son fáciles. Estamos en un mundo donde el individualismo, el egoísmo y el mercantilismo han atacado fuertemente las sociedades y los valores humanos, y pareciera ser que lo más fácil es decir que nosotros somos quienes debemos abrirle los ojos a los y las demás, y solos, como “superhéroes”, salvar el mundo que se cae a pedazos. Sin embargo, esa actitud solo sostendría estas lógicas con las que hemos avanzado en las últimas décadas. Estas mismas formas de entender la vida han repercutido en la Iglesia de la cual queremos formar parte, y por lo mismo puede ser atractivo tener el propósito de querer cambiarlo todo.
Pero la verdad, es que quedarnos solo en eso sería un acto egoísta, porque con el paso del tiempo nos hemos dado cuenta de que no somos ni los primeros, ni seremos los últimos, en querer construir algo nuevo y cambiarlo todo. También nos dimos cuenta que es bueno y necesario reconocer los proyectos de iglesias que existen en todos lados, qué Iglesia se construye en comunidad, con todos y todas, y que templos existen muchos, y no hablamos de los edificios, sino de las familias de “Trabajos de Fábrica e Invierno”, del campo y los temporeros de “Trabajos de Verano”, de la escuela y los niños y niñas del Campamento “El Encuentro” y tantos otros espacios. Gracias a esto entendimos que si bien es importante confirmarse con el anhelo de renovar, también es importante reconocer el trabajo de aquellas personas que han aportado ladrillos para remodelar esta Iglesia, como quien remodela una casa caída, recogiendo los cimientos que han quedado, y construyendo una estructura que sea capaz de resistir y amoldarse a los cambios y a la experiencia, porque el terreno seguirá siendo el mismo pero existirán nuevos espacios. Esta Iglesia en reconstrucción necesita de puertas más grandes que integren a quienes han sido y son excluidos por la sociedad y la Iglesia.
Esta casa en reconstrucción, seguirá en el mismo lugar, y a pesar de los cambios que se le puedan hacer, quedarán los vestigios de su historia, por lo mismo, hoy no es fácil confirmarse, porque tal como logramos reconocer que seremos parte de una Iglesia con un espíritu transformador, también, aunque nos cueste decirlo, seremos parte de una Iglesia que abusa, que perpetúa las prácticas machistas, que muchas veces discrimina, que se ha quedado en jerarquías y estructuras del pasado y que se equivoca. Reconocer esta Iglesia también es mirarla con ojos humanos y atreverse a ser parte de ella, y así desde nuestras fragilidades e inseguridades, y con la humanidad que nos caracteriza, tomar el riesgo de formar comunidad y construir el Reino siguiendo los pasos de ese Jesús débil, vulnerable y sencillo que murió en la cruz, y que hoy, tiene el rostro de ese estudiante que se movilizó en búsqueda de justicia y dignidad, de la pobladora que ha luchado por darle de comer a su familia, del profesor que ha tenido fuerza y vocación para seguir enseñando, de la doctora que ha enfrentado incansablemente esta crisis y de tantos otros y otras que buscan construir un mundo donde la justicia, la paz, el servicio y la comunidad sean pilares fundamentales de nuestras sociedades.
Aunque no es solo esto lo que hace difícil esta decisión, sino también, el contexto en el que estamos envueltos, las transformaciones que vive el país y los desafíos sociales que toca enfrentar hacen más desafiante esta decisión. En este panorama y con una Iglesia tan cuestionada y convulsionada parece más fácil no vincular nuestra fe con los cambios sociales, pero ahí está la mayor de las invitaciones, hacer que nuestra fe sea concordante con los cambios que requiere el mundo, con la misma coherencia y rebeldía con la que lo hizo Jesús en su tiempo.
Confirmarse, no sólo implica un compromiso con la Iglesia, sino que más profundamente implica un compromiso con Dios y el estilo de vida que Jesús nos ha enseñado a vivir, esa vida entregada a los demás y en búsqueda por la justicia. Esto supone también tener un deseo profundo de servir y amar, desplegando nuestra vocación hacia los demás, y siendo conscientes de los privilegios que hemos recibido, por lo tanto, también nos invita a ser parte de las instituciones de reivindicación social y entender que ningún bien vale como la vida. Como ignacianos, tenemos una especial misión, la de poner el amor más en las obras que en las palabras, de conmovernos por el dolor de los inocentes, de acompañar a los pobres, y a todo aquel que es marginado, de comprender que el servicio es el mayor de los poderes, que la vida está hecha para compartirla y gastarla y que debemos servir amando y vivir sirviendo. Y como dijo Alberto Hurtado: No descansemos mientras haya un dolor que mitigar […] porque el pobre es Cristo, Cristo desnudo, Cristo con hambre, Cristo sucio, Cristo enfermo, Cristo abandonado. Es a este Cristo al que le confirmamos la fe.
Tengamos claro, que el paso que damos hoy, nos obliga a trabajar más perseverantemente mañana, a intentar ser un poco más conscientes y consecuentes, a poner más amor, pasión y entrega a nuestras acciones, para hacer cada vez más justa la vida en nuestro país. Pero todo esto ¿Va a quedar tan solo en un “Aquí estoy Señor”? ¿O intentaremos renovarlo día a día? La decisión que tomamos hoy la debemos justificar cada día, y no aquí en nuestra zona de seguridad y confort personal, sino que afuera donde están los marginados.
El camino que hoy emprendemos no estará exento de dudas, permitámonos cuestionar, preguntémonos, porque las dudas movilizan nuestra fe, pero no podemos olvidar que claramente hoy más que nunca salimos para servir, y para hacer justicia no caridad. Y en esta nueva casa que está en construcción nosotros venimos a aportar nuestro granito de arcilla para juntos armar un ladrillo.
Por esto, decimos sí, con valentía y amor, y agradecemos el camino realizado, las personas que nos acompañaron y ayudaron a recorrerlo, por dejarnos la libertad y confianza para pensar y decidir. También queremos agradecer por el desafío al que hoy nos sumamos juntos, ese desafío que tiene como horizonte la construcción de una sociedad donde se ame más, se haga más justicia, sea más diversa, más equitativa, más responsable y consciente, y por sobre todo más humana.
Por todo esto te damos gracias Señor.